
Entrada a la Destilería de Jameson. Foto: Perfil de Instagram de Jameson
La destilería Jameson, de Midleton, produce uno de los whiskeys más afamados del mundo
Irlanda es mundialmente conocida por su fiesta de San Patricio, que todo lo cubre de verde, su alegre música tradicional… y por su whiskey. Uno de los nombres que ha llevado la excelencia del whiskey irlandés por todo el mundo es Jameson, obra de un escocés, John Jameson, que hace más de 200 años estableció los rigurosos criterios de calidad que aún hoy dan como resultado un whiskey excelente.
John Jameson, el valiente navegante “Sine Metu”.
¿Sabías que aunque todo el mundo considera a John Jameson irlandés, lo cierto es que nació en la vecina Escocia? Pues sí, un 5 de octubre de 1.740, pero la mayor parte de su vida transcurrió en la Verde Erin, por lo que fue adoptado sin problema por los irlandeses.
De hecho, su principal creación, el whiskey que lleva su apellido, se creó en Irlanda, en concreto en la destilería mandada construir por él en Bow Street, Dublín, en 1.780.
Como anécdota te cuento que Jameson era un avispado comerciante y, sobre todo, un experimentado y valiente navegante, al igual que sus antepasados. Ellos en 1.500 se distinguieron luchando contra los piratas, logrando así la divisa familiar de “Sine Metu”,o lo que es lo mismo, “sin miedo”, y que figura en todas las etiquetas de las botellas de la marca.
Cuando John Jameson llegó a Dublín, los whiskeys irlandeses gozaban ya de una bien merecida fama, por lo que parecía difícil mejorarlos, pero nuestro protagonista no se asustó ante el reto, y puso en práctica su filosofía: ingredientes de máxima calidad, los adecuados procesos, y dejar que el tiempo hiciera su papel.
Si hay algo que distingue al whiskey Jameson es su triple destilación, que le confiere su singular y suave sabor, tan apreciado por el paladar de los más exigentes amantes del whiskey.
El meticuloso viaje del agua y la cebada hasta convertirse en Whiskey irlandés

Visita a la Destilería de Jameson en Midleton
El viaje del whiskey irlandés hasta la botella pasa por ocho etapas, que se pueden ver en la actual destilería de Jameson en la ciudad irlandesa de Midleton, en el condado sureño de Cork.
Si bien el proceso de elaboración del whiskey puede parecer complejo, en realidad, los ingredientes que se precisan son tan solo tres, el excelente agua de Irlanda, la cebada malteada y la sin maltear.
La destilería compra la cosecha de cebada, los granjeros la transportan en sus carros y, antes de que se implantara el sistema de palancas y poleas, los hombres debían cargar sacos de hasta 100 kgs.
Para asegurar el sabor suave característico del whiskey y libre de humo, la cebada malteada se seca en hornos cerrados, distinguiéndolo así del escocés, resultado de la malta con turba ahumada.
Las dos cebadas, malteada y sin maltear, se muelen para conseguir una harina gruesa conocida como “molienda”, a través de una rueda de agua, como fuerza motriz de la propia rueda del molino.
A continuación, la molienda se mezcla con agua caliente a 63º C, en la cuba de maceración. La mezcla se agita con grandes rastrillos, tras lo cual los almidones de los granos se convierten en azúcares fermentables. Y después de cuatro horas de maceración, se consigue un líquido dulce llamado “wort”.
Mediante bombeo, el “wort” se vierte en otro recipiente, donde se añade levadura líquida, iniciándose la fermentación. Después de 80 horas, el azúcar se ha convertido en alcohol y el líquido conseguido se llama “wash” (con un 8% de alcohol por volumen).
La siguiente etapa es la de destilación, que consiste en separar el alcohol del agua. En las tradicionales “Pot Stills”, de cobre y grandes dimensiones (en la destilería de Midleton, está el mayor alambique del mundo, con capacidad para 144.000 litros), se calienta el “wash” y se comienza a condensarse el alcohol.
El whiskey Jameson es el resultado de tres destilaciones, al contrario que el bourbon americano, que sólo requiere una, o la mayoría de los escoceses, con dos. Cada destilación le confiere al whiskey una mayor calidad y esa suavidad tan características del producto irlandés.
El secreto de la maduración son barriles de roble y grandes y oscuros almacenes, donde pueda reposar el whiskey. Los barriles, importados de España, Portugal y América, proceden de las bodegas jerezanas donde se envejecen los vinos de Jerez, de los barriles de los vinos de Porto y los del bourbon americano.
Con esto lo que buscan en enriquecer al whiskey con los taninos de la madera, que le proporcionan al whiskey irlandés un color dorado propio.
La figura del tonelero, quien se ocupa personalmente del ensamblaje y conservación de los barriles, es muy considerada y de alta cualificación, logrando ese puesto sólo tras siete años de aprendizaje bajo la estricta supervisión del maestro tonelero.
Antes de proceder al embotellado, el whiskey pasa por una gran cuba para reposar. Y es aquí donde se reduce a un 40% de alcohol por volumen, tras lo cual, está ya listo para servir, en sus distintas variantes, sólo –para los más puristas-, con hielo o un poco de agua, o en algunas de sus múltiples y deliciosas combinaciones, siendo la de jengibre una de las más apreciadas. Cualquiera de ellas hará las delicias de los más entendidos. ¿Te animas a descubrir cuál es la tuya?
El autor de este artículo se ha documentado de forma exhaustiva en relación con el producto. Y eso se nota en el gran articulo que ha escrito. Me voy a tomar un Jameson para celebrarlo.